Original del África oriental y meridional, el Aloe Vera Barbadensis Miller es una Liliácea de la familia de la cebolla, conocida también como «Lirio del desierto». De hojas largas y suculentas, de unos 50cm. de largo, 10 de ancho y 4 de grosor, y dispuestas en forma de rosetas, esta planta ha sido considerada «milagrosa» prácticamente desde los orígenes de la humanidad. Sus propiedades curativas han sido probadas por infinidad de culturas: mayas, griegos, romanos, hebreos, asirios, árabes, chinos, egipcios…, estos últimos refiriéndose a ella, en la antigüedad, como la planta de la inmortalidad —quizás por sus características sanadoras—, que incluían entre los regalos funerarios enterrados con los faraones.
Existen documentos históricos que comentan sus virtudes medicinales y cosméticas. Se dice que Alejandro Magno conquistó la isla Socotora (sur de Arabia) por la cantidad de aloes que poseía (para sanar a sus tropas), y que Cleopatra lo usaba diariamente para sus cuidados corporales.
En España el aloe fue un elemento esencial en la medicina popular, hasta que el empleo generalizado de la medicina moderna lo relegó al olvido, junto a la mayoría de las plantas medicinales.
Durante la II Guerra Mundial se redescubrió su valor terapéutico. Las quemaduras causadas en las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki —por las explosiones atómicas— se curaron más rápidamente con el aloe y en muchos casos sin dejar señales ni cicatrices.
Sus características como regenerador celular y otras particularidades medicinales, ha despertado el interés de muchos países para su estudio y su aprovechamiento.
En Medicina se utiliza el jugo de sus hojas cuajado en una masa sólida de color muy oscuro, y muy amarga, llamada acíbar. Las formas más comunes de empleo son su uso externo, mediante geles y cremas, y la administración vía oral normalmente en forma de jarabes o zumo.
Numerosos estudios han demostrado que el aloe tiene poder anti-inflamatorio y analgésico (estimula la producción de endorfinas, que calman el dolor), además de activar y fortificar las células epiteliales, lo que lo hace de mucha utilidad en las úlceras gástricas y estomacales.
Proporciona una profunda limpieza de la piel ya que elimina bacterias y depósitos grasos y, gracias a su poder regenerador (plantas de más de 3 años), evita la aparición de arrugas y reduce la medida de los poros abiertos (en parte también gracias a la cantidad de vitaminas que posee; es de las pocas especies que contiene vitamina B12, además de vitamina A, B1, B2, B6, y C).
Cura las heridas necrosantes, como las quemaduras (también las solares), regenerando los tejidos y cicatrizándolos, restaurando a su vez la sensibilidad del área afectada.
Elimina los venenos y desechos de las células, reestructura y revitaliza la médula ósea, reactiva el sistema inmunológico (incluso acotando la infección del VIH y estimulando la inmunorespuesta contra el cáncer). El gel obtenido del aloe produce seis agentes antisépticos de elevada actividad antimicrobiana, además de ser anticoagulante y astringente; aunque consumido en grandes cantidades es un perfecto laxante natural.
El Aloe Vera es una especie susceptible de adaptarse y ser propagada en las zonas áridas y semiáridas. El terreno tiene que ser arenoso, aunque no es una condición imprescindible, ya que también crece en óptimas condiciones en tierras volcánicas, como es el caso de las Islas Canarias. De hecho, el aloe vera cultivado en las Canarias es considerado como uno de los mejores del mundo.